Desde tiempos inmemoriables, el conocimiento ha hecho avanzar a la especie humana. Hasta los hombres prehistóricos tenían que tirar de su conocimiento para sobrevivir como especie, ya fuese desarrollando nuevas herramientas o ideando nuevas técnicas para los problemas sin resolver a los que se enfrentaban diariamente.
Ese conocimiento primitivo requería una investigación - primitiva también - basada en el prueba-fallo, en la experimentación, en el éxito, el fracaso, y en lo que se aprende de ambos, los pañales del conocimiento.
Por eso es tan importante, y sobre todo en momentos de crisis, cuidar el conocimiento, y sobre todo, a los que intentan ampliar ese conocimiento: los investigadores. No hay más que fijarse en los países más industrializados y más competitivos para saber lo que invierten en investigación.
Mientras tanto, en España, a una semianalfabeta que tiene una hija con un torero, también semianalfabeto, la encumbran y la forran de pasta, y a los investigadores becados, los tratan como a auténtica mierda, pagándoles mal y tarde.
Entonces tampoco es de extrañar que las mejores cabezas de este país estén fuera de él. Y así nos irá.
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